El buen salvaje, noble
salvaje, o mito del buen salvaje es un lugar común o tópico en
la literatura y el pensamiento europeo de la Edad Moderna, que
nace con el contacto con las poblaciones indígenas de América.
Este mito, aun hoy en día, se ha convertido en parte del imaginario de
muchas personas sobre la relación entre los pueblos "civilizados" y
los "primitivos".
Las utopías del siglo
XVI (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura; Tomás Moro, Utopía)
y obras como la de Baltasar Gracián (El Criticón) en el siglo XVII,
llevan a la definitiva discusión del ser humano como malo por naturaleza (Leviatán
de Thomas Hobbes) o bueno por naturaleza, como pretendió la Ilustración (John
Locke y sobre todo Jean-Jacques Rousseau), que vuelve a descubrir
ejemplos de buenos salvajes en las islas del océano Pacífico (tropicales
y paradisíacas como las Antillas, con indígenas desnudos de fácil trato y
naturaleza pródiga) que describen viajeros como James Cook y se
reproducen en historias como la del motín del Bounty.
También contribuyó a la extensión
del uso del concepto el hallazgo de niños salvajes (Victor de Aveyron y Kaspar
Hauser), que a su vez tuvieron tratamiento literario y cinematográfico, por sí
mismos o como inspiración. El tema aparece en conjunción con el exotismo de
los pueblos extraeuropeos en El libro de la selva o Tarzán.
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